Tras una infancia difícil, con un padre golpeador, se convirtió en una de las mujeres más destacadas de la música tropical. Los terribles recuerdos de su madre, la pobreza extrema, el primer éxito y el mundo de la bailanta
“Mi padre fue un asesino, un golpeador, una persona que me dejó marcada para toda la vida”. Con esas palabras Gladys “La Bomba” Tucumana sorprendió a Mirtha Legrand en uno de sus almuerzos allá por el 2017, cuando hablaba del sufrimiento que vivió de pequeña. Pero aquella niña no se imaginaba que con el tiempo iba a convertirse en la mujer alegre que hizo bailar a los argentinos al ritmo de su hit “Pollera amarilla”, ni tampoco en la madre protectora que demostró ser de su hijo, Tyago Griffo, hoy su compañero también del Cantando 2020.
“He nacido en una familia bien pobre, he andado descalza por las calles y hoy soy una mujer que ha triunfado. Eso es indiscutible. Pero hay gente malvada que por ahí no lo entiende”, le poco tiempo después contó la artista a teleshow
Gladys Nelly Jiménez nació en 1965 en Tucumán y tuvo una niñez difícil. Ella y sus seis hermanos vivieron, desde muy chicos, escenas que hoy preferirían olvidar. Su padre, Ramón Valentín Jiménez, que se desempeñaba como policía, golpeaba a diario a su madre Adela y muchas veces fue violento también con sus hijos.
“Mi papá le pegaba mucho. La veíamos tirada toda ensangrentada en el piso del bañito de madera. Golpeábamos la puerta para entrar a ayudarla y ella no nos abría porque estaba desmayada. Los vecinos venían a ayudarnos y ella pasó muchos años así”, agregó.
Fue tanto el maltrato que Adela debió irse por un tiempo de la casa a buscar refugio en sus familiares y los chicos quedaron a cargo de él. Esos días fueron duros, hasta que una noche la madre decidió volver con regalos para todos sus hijos. Los bañó, los vistió con sus mejores ropas, le escribió una carta a su esposo, subió a los chicos a un taxi y, pese a que sentía pánico, se los llevó para siempre.
Nuevamente, días complicados: la madre de Gladys trabajaba en la panadería de unas primas para poder darle sustento a todos. “Dormíamos todos juntos en una cama de dos plazas. Todos abrazados con mi mamita“, recuerda.
Cuando la cantante tenía 11 años se enteró de que su padre había muerto en un tiroteo mientras cumplía sus funciones en un operativo policial en la localidad de Famaillá. Corría el año 1975 y Tucumán era el epicentro del llamado “Operativo Independencia”.
Ya de adolescente, a Gladys le interesó el mundo del espectáculo. Mientras ayudaba en su casa con las tareas domésticas, miraba la televisión y soñaba con convertirse en una actriz como Andrea del Boca. Incluso decía que podía llorar igual que ella.
Por su belleza y su simpatía, cuando tenía 17 años la artista consiguió trabajo como promotora de distintas marcas de gaseosa. “Estaba ahí en los supermercados, paradita en las góndolas de las bebidas que vendíamos, con la ropita de la marca. Yo era una changuita linda, tenía un cuerpo hermoso y siempre he sido simpática y sociable con la gente. Acomodaba las botellas en la góndola, las limpiaba y tenía que hablar con la gente para que se la llevaran”, confesó a Teleshow.
Los comienzos en el mundo artístico, sin embargo, no le resultaron fáciles en un medio que por lo general relega a las mujeres y en el que, a excepción de la propia Gladys, Gilda, Lía Crucet y en la actualidad Karina “La Princesita” y Angela Leiva, fueron pocas las que pudieron tener un lugar destacado.
“Tenía un vecino que era cantante. Él me llevó un día a un ensayo de un grupo y me encantó. Era un señor con dos chicas que hacían coros. Siempre me ha gustado la cumbia. Se llamaba ‘Tito Juárez y sus chicas’ el grupo. Entonces yo entré aunque no sabía bien, pero era fácil porque era una voz unísona, repetía el coro y nada más. Pero también tenía que hacer de ‘plomo’, cargar cables, equipos, micrófonos. Hacía eso y después me ponía la mini y aparecía divina haciendo los coros y tocando la pandereta. Fue súper sacrificado”, relata.
La cantante no era todavía “La Bomba”. Por su look sexy, su primer nombre artístico fue “La exuberante”. Hasta que un locutor porteño le puso el apodo por el que es conocida hasta hoy ¿Por qué “La Bomba”? Porque cuando se presentaba provocaba una suerte de detonación en el público.
Tiempo después, y ya con sus características minifaldas coloridas, charreteras, hombreras y el clásico mechón de pelo amarillo estridente, Gladys impactaría al público con un material y una impronta propios, que la acompañarían a lo largo de toda su trayectoria.
“Siempre me gustó mucho la pulcritud para el escenario. Me encanta estar hermosa, perfumada, divina. Que la gente sienta que soy la artista, que exista la magia del artista. No me gusta entrar al baile y quedarme parada al lado del escenario hasta que largue mi show. Yo espero que largue y recién aparezco, para crear esa cosa linda de público y artista. La magia, siempre la magia”, asegura.
El año 1992 fue clave en la vida de Gladys: además de la explosión de su hit “Pollera amarilla”, se convertiría en madre de su hijo Santiago –a quien hoy todos conocen como Tyago–, junto al músico cordobés Ariel Griffo, quien fuera su marido por varios años.
“Con Ariel nos conocimos en una bailanta en Santiago del Estero. Por eso el nene se llamó Santiago”, cuenta y agrega que como entonces su carrera estaba en ascenso, hizo shows y presentaciones durante los nueve meses del embarazo. “Fue raro que yo quedara embarazada en la mejor época mía. Pero yo estaba bien, quería ser mamá, tenía 27 años. Me había casado en el año 90 y en el 92 vino mi bebé. Sentí que tuve la bendición de trabajar embarazada porque la gente me amaba. Iban a verme a los shows y me amaban tanto que me tiraban ropita de bebé en el escenario, ositos, zapatitos, de todo. El escenario quedaba regado de cosas para mi bebé. Me acuerdo que me despedí en un baile que era un sábado y el martes nació mi hijo en Tucumán. Y a los 20 días de haberlo tenido estaba de gira en San Juan”, recuerda emocionada hoy.
Al calor del furor por la música tropical en todo el país, que terminó de afirmarse definitivamente a mediados de los años 90 de la mano de cantantes como Ricky Maravilla, Alcides y Miguel “Conejito” Alejandro, entre varios otros, la carrera de Gladys siguió en ascenso y su popularidad hizo que le llegaran a ofrecer que se postulara para un cargo público representando a su provincia, propuesta que finalmente rechazó.
Mientras tanto llenaba estadios y, a fuerza de temas con ritmos pegadizos y letras románticas, todos los discos que editaba eran récord: para mediados de los 90 todas sus placas fueron “disco de oro”, galardón que por entonces se le otorgaba a los artistas que vendían más de 35 mil discos, y “Pollera amarilla” llegó a convertirse en “triple platino”, con más de un millón de copias vendidas.
“Ahora mismo veo mi pared del living con todos mis discos de platino, de oro, dobles, triples. Veo mis premios Gardel, los ACE… Por ahí por eso duele cuando la gente dice ‘lo único que tiene es lo de la pollera amarilla’. Y no, tengo ocho discos y muchísimos temas. Lo que pasa es que la gente que no me consume no va a saber qué otros tengo. Ese es el tema con el cual yo me hice famosa. Los que me conocen me piden ‘Entre él y tú’, me piden ‘Sobreviviré’ (su versión en español del clásico de Gloria Gaynor), o ‘Dale a la pachanga'”.
Ya consagrada definitivamente como una estrella de la música argentina y luego de haber triunfado en otros países de América Latina, la convocatoria a la cantante para integrar las filas de “Bailando 2017” junto a Marcelo Tinelli sorprendió a muchos. Pero “La Bomba” supo aggiornarse y se involucró en el certamen, que la tuvo en más de una oportunidad como protagonista de varios escándalos, llantos, discusiones con otros participantes y donde también se empezó a lucir su hijo.
A partir de la gran exposición que le dio la pista más famosa del país, Gladys también llegó a contar cómo era en ese entonces su vínculo con Sebastián, su novio de 28 años con quien llegó a salir algunos años. “Me costó mucho, pero bueno, ya se blanqueó en el programa de Tinelli. Ahora lo conocen todos, le escriben en el Face y todo… ¡Le voy a tirar de la oreja si se porta mal!”, asegura entre risas. Aunque la relación luego se terminó.
Con una trayectoria por momentos ríspida y por momentos gratificante, Gladys asegura que se sigue esforzando por llevar felicidad al público mediante su música y su baile.
“Yo soy muy alegre, me gusta mucho conversar, soy cariñosa. No es que de pronto se despertó una parte mala mía. Es que soy honesta, como he sido siempre. Si no me gusta un vestido que me ponen lo voy a decir. Si tengo un entredicho con alguien es por algo. No soy una malvada, ni nada de lo que la gente cree”, concluye.
FUENTE: https://www.infobae.com/