El domingo amaneció soleado. Muchos tarijeños despertaron nostálgicos por la ausencia de la festividad de Santa Anita, suspendida por la pandemia del Covid-19
Es 26 de julio de 2020, el reloj marca las diez de la mañana. Para esta hora la calle Cochabamba en 2019 estaba repleta de niños. Don Cirilo ya había instalado su saltarín y había repasado con brocha su letrero de “Sacarse los zapatos”. Más allá Florentino tenía tres hermosas casas de muñecas hechas de melanina, y a todo el que se acercaba le entregaba una improvisada tarjeta con su teléfono.
Amandita había despertado a las siete en punto preguntando con tal inocencia si ya es “mañana”, pues sus padres un día antes le habían dicho que al día siguiente era Santa Anita y podía instalar su pequeño bazar con las ropitas que su abuelita había confeccionado.
Doña Carla había barrido su puerta de calle para sacar sus tradicionales mini tortitas y Eduardito llegaba afanado con su tío y sus chanchitos de barro cocido. Más allá y casi al final se escabullían algunos juegos de azar, esos que tantos años se critican, pero que igual le dan ese toque especial a la festividad.
En media hora la calle ancha se vestía de fiesta. De manera paralela se desarrollaba la solemne misa, esta vez con pocas autoridades y sin ninguna explicación.
Para las once ya Tarija se regocijaba en una de sus más hermosas costumbres. Cientos de niños disfrutaban de vender y comprar; algunos con botones hacían trueque en un afán de recuperar la costumbre.
Don Huguito, aquel delgado hombre sacado de cuento, recorría la calle Cochabamba con sus tradicionales trompos de madera y hacía bailar a sus dos muñecos chapacos, que ya se han vuelto una tradición cada año. Todos le miraban, pocos le compraban. Pero el personaje disfrutaba más de la admiración de la gente frente a sus “inventos”.
Se acercaba el mediodía y la feria explotaba, muchos habían salido de sus oficinas para hacer el tradicional recorrido. Don Robert Fernández le había comprado una mini torta a su nieta y tras un breve paseo se había estacionado por una hora en los juegos infantiles, de donde la pequeña Ariana no quería irse y entonces la torta estaba en aprietos.
La casera del coime y la de las chirriadas estaba más sonriente que nunca, pues ya solo le quedaban tres antes de irse. Y ya para esa hora el saice y la ranga se habían terminado en todos los puestitos.
Éste es solo un fragmento de lo vivido el pasado año. Todos quienes participaron de la festividad de Santa Anita no se imaginaron que en 2020 ya no podrían hacerlo.
El esfuerzo virtual de 2020
El domingo amaneció soleado, para las diez y media de la mañana el termómetro había alcanzado los 24 grados. Muchos tarijeños despertaron nostálgicos por la ausencia de la festividad de Santa Anita, suspendida por la pandemia del Covid-19.
Y aunque se anunciaron ferias virtuales la nostalgia quedaba. “Ucha a esta hora estábamos alistándonos con las wawas para ir a la calle Cochabamba, rompíamos el chanchito y felices iban”, dice Mari Valencia cuando se le pregunta si participó de Santa Anita el pasado año y qué cosa recuerda.
En sintonía, Vladimir Valdez señala que ha visto mucha oferta de pequeñas cosas por redes sociales, sin embargo, asegura que, aunque esto es un gran esfuerzo, no reemplaza de ninguna manera el pasear con los niños en Santa Anita.
Pero lo que ha visto Vladimir no es todo, pues desde el Gobierno Municipal de Tarija se ejecuta un programa virtual que se viene desarrollando desde el 20 de julio. Ayer se efectuó la celebración Eucarística en el día de Santa Ana, la misa fue realizada en la parroquia San Bernardo y transmitida por Facebook.
A ello se sumó un acto protocolar por el aniversario del colegio Santa Ana, un video sobre la festividad religiosa y cultural de Santa Anita, entre otras cosas. Pero también se anunció para el martes, miércoles y jueves la presentación del catálogo de la feria virtual de Santa Anita impulsada por la Alcaldía.
La nostalgia sobre la calle Cochabamba
Un 6 de julio del año 2016 la feria artesanal de Santa Anita fue trasladada al barrio El Constructor. En ese momento hubo muchas protestas, pero un informe técnico de la Secretaría de Movilidad Urbana informaba sobre los percances que existen en la calle Cochabamba durante la realización de esta feria.
Desde ese entonces y durante cada año solo el primer día se realiza la festividad de los niños en la calle ancha, un lugar muy querido en Tarija y muy concurrido en esta fecha.
“Calle Ancha” Escritores de antaño coinciden que la “Calle Ancha” fue años antes muy apreciada por su ubicación en el barrio San Roque
Escritores de antaño coinciden que la “Calle Ancha” fue años antes muy apreciada por su ubicación en el barrio San Roque, un barrio que se caracterizó por albergar a las familias de la clase media, lo que le dio ese carácter popular y marcado por la esencia de las costumbres tarijeñas. En este barrio y en la calle más ancha de la capital se desarrollaron de manera natural las celebraciones más importantes de las festividades religiosas y populares.
La calle Cochabamba era la calle donde se establecieron los talleres de los artesanos, cuya actividad era permanente desde la época de la Colonia. “Era la calle de los carpinteros, herreros, zapateros, joyeros, sastres, sombrereros”, explica el historiador nacido en ese barrio, Manuel Chávez Ferreira.
Tuvo su auge en una época en la que estos oficios eran bien remunerados y proporcionaban buenos ingresos a estos artesanos. Actualmente, los descendientes de estas familias han vendido sus casas y se han mudado a la periferia, por lo que esa actividad comercial que le daba vida a la calle Ancha ha disminuido y prácticamente desaparecido.
La calle Cochabamba era también la calle donde se encontraban las chicherías. “Aquí se vendía chicha y saice”, explica Renán Andrade, quien recuerda que, hasta inicios de los años 80, cuando ya se había asfaltado la calle, los burros entraban por ella con las cargas de leña para las chicherías que la utilizaban para la preparación de esta bebida típica en una época en la que no había gas como ahora.
La fiesta de Santa Anita era parte esencial de las costumbres de los vecinos de San Roque y Tarija en general. Esta celebración, que tiene una esencia religiosa, surgió en 1884 a iniciativa de las hermanas de Santa Ana, como un acto de confraternidad infantil en el que se instalaban bazares y los niños que participaban intercambiaban los productos que ofrecían por botones de concha. “Eran cuatro los botones de la camisa del chapaco neto, pequeñitos y de concha, esos se usaban”, dice Andrade. La celebración a iniciativa de varios tarijeños fue llevada a la calle Ancha, zona tradicional y querida de Tarija. Ahí se celebró hasta el año 2016.